todavía hostigada por la aviación alemana al servicio de Franco.
Iba con su anciana madre, con su hermano José y la compañera de este.
En un cuaderno de notas poco conocido y apenas difundido, José, que era pintor, relata los últimos días del poeta.
donde se refugiaron en la cantina de la estación:
«Allí el espectáculo que se ofrecía a los ojos era desolador.
Los españoles caídos y deshechos, sin dinero,
éramos tratados por los mozos de aquel establecimiento con tan innoble y repugnante desprecio,
que lo primero que preguntaban era si teníamos dinero con qué pagar.
En caso negativo, no daban ni un vaso de agua. Esto sucedía en la cantina.
En los andenes de la estación, todavía peor, porque se sufría el acoso de los gendarmes,
que no se ocupaban más que de formar las levas para los campos de concentración,
separando a los hijos de los padres y a las mujeres de los maridos.
Y todo esto de la manera más bárbara y brutal’.En el cuaderno de notas que escribió, ya en Chile, para sus hijas y su hermano Manuel,
añade José que «fue un verdadero milagro que escapásemos a las garras de estos esbirros,
verdadera vergüenza de la especie humana». Se refugiaron en un vagón arrumbado en vía muerta. ‘
Así fue la entrada del poeta Antonio Machado y la madre, en Francia,
gravemente enfermos y sin un solo franco en el bolsillo:
«casi desnudos, como los hijos de la mar’.
Al atardecer del día siguiente, cambió su suerte. ‘Corpus Barga, uno de los mejores amigos que nos acompañaron en el éxodo, logró llegar a Perpigñan, y regresó (con posibles) para llevarnos al cercano pueblo de Collioure.
El comportamiento de este generoso amigo llegó hasta el punto de coger en brazos a nuestra madre
y llevarla desde la estación al pueblo por la ancha calle que lo cruzaba y que terminaba en el mar.
Por allí marchamos todos con ellos.
Siguiendo este camino, llegamos a la plaza principal,
donde, ante un pequeño arroyuelo,
se levanta el pequeño hotel Bougnol-Quintana,
en el que quedamos alojados’.
Era la noche del 28 de enero y aquella sería la ultima morada del poeta. Recibió, del secretario de la embajada española en París, los medios para hacer frente a las necesidades más apremiantes. ‘Transcurrieron unos días añade José en los que el reposo material pareció aliviarle la afección del corazón. No obstante veía claramente que se aproximaba el final de su vida. Pensándolo decía: Cuando ya no hay porvenir, por estar cerrado el horizonte a toda esperanza, es ya la muerte lo que llega’.‘No podía sobrevivir a la pérdida de España. Tampoco, sobreponerse a la angustia del destierro. Este fue el estado de su espíritu el tiempo que aún vivió en Collioure. Sin embargo, unos días antes de su muerte, me dijo ante el espejo, mientras trataba en vano de arreglar sus desordenados cabellos: Vamos a ver el mar.Esta fue su primera y última salida. Nos encaminamos a la playa. Allí nos sentamos en una de las barcas que reposaban sobre la arena. El sol de mediodía no daba casi calor. Era en ese momento único en que se diría que el cuerpo entierra su sombrabajo los pies’.Al cabo de un largo rato, el poeta, señalando una de las humildes casitas de pescadores, le dijo a su hermano: ‘¿Quién pudiera vivir tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación’. Después se levantó trabajosamente y, en silencio, regresaron al hotel. Dos días antes de su muerte, escribió una carta a su querido amigo Luis Santullano.
Ya inmóvil, en la cama, la muerte le sobrevino la tarde del 22 de febrero de 1939, miércoles de ceniza.
«No podía sobrevivir a la pérdida de España ni sobreponerse a la angustia del destierro»
‘La noticia se propagó rapidísimamente añade José, y en las primeras horas de la mañana siguiente recibí una emocionada carta del insigne escritor Jean Cassou, solicitando en su nombre y en el de los escritores franceses, que el entierro se verificase en París. Pero, agradeciendo infinito este homenaje de la Francia inmortal, decliné tan grande honor, pues, aunque en esos momentos estaba lejos de los demás hermanos, creí interpretar así los sentimientos de todos, mirando más que nada la sencilla y austera manera de ser del poeta. Y así preferimos que durmiese el último sueño en el sencillo pueblo de pescadores de Collioure’.
Y añade José que al entierro se sumó todo el pueblo, con su alcalde a la cabeza. ‘Pero lo más emocionante fue que seis milicianos, envolviendo el féretro con la bandera de la República española, lo llevaron en hombros hasta el cementerio. Y téngase en cuenta que para realizarlo tuvieron que escapar de la implacable vigilancia del tristemente famoso castillo de Collioure, donde con tan injusto rigor se les trataba’.
Quedó el poeta en la tumba de la familia de una buena señora, amiga íntima de la dueña del hotel. La madre, muy enferma y agotada, yacía en la cama. ‘Volviendo por un momento a la realidad, me preguntó llena de angustia, mirando al lecho que había quedado vacío: ¿Qué ha sucedido? Traté de ocultárselo. Pero a una madre no se la engaña y rompió a llorar como una pobre niña. Dos días después, sus bellos dulces ojos se nublaron para siempre’.
Tras su muerte, su hermano José encontró un papel arrugado en el gabán con las últimas anotaciones del poeta.
‘Estos días azules y este sol de la infancia’.
Y en la tercera y última, Antonio Machado reproducía completos estos versos suyos, ya publicados,
pero en los que introducía una corrección:
‘Y te daré mi canción:
Se canta lo que se pierde
con un papagayo verde
que la diga en tu balcón’
(La corrección consistía en decir ‘te daré’ en vez de ‘te enviaré o te mandaré mi canción’)
CUANDO SEA MI VIDA…
Cuando sea mi vida,
toda clara y ligera
como un buen río
que corre alegremente
a la mar,
a la mar ignota
que espera
llena de sol y de canción.
Y cuando brote en mi
corazón la primavera
serás tú, vida mía,
la inspiración
de mi nuevo poema.
Una canción de paz y amor
al ritmo de la sangre
que corre por las venas.
Una canción de amor y paz.
Tan solo de dulces cosas y palabras.
Mientras,
mientras, guarda la llave de oro
de mis versos
entre tus joyas.
Guárdala y espera.
Debo decir que hacía tiempo que no leís una entrada de nadie que hubiera tanta sensibilidad y emoción como ésta sobre los últimos momentos de Antonio Machado. Te felicito.
Gracias.
Acercarse a Machado nos desborda
el sentimiento.
Su obra,
también su vida,
nos acerca a los demás.
Faltos estamos, con tanta crispación
como hay en política y sociedad.
Un abrazo.
Tienes razón. Pero la historia nos ha demostrado que con tanta crispación no hay lugar para hombres como Machado. Un abrazo.
Pues sí, no hay atmósfera para poetas como Machado.
Precioso el poema que adjunto a continuación… «la historia confusa y clara la pena»
«La fuente de piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.
Cantaban los niños
canciones ingenuas,
de un algo que pasa
y que nunca llega:
la historia confusa
y clara la pena.»
Yo escucho los cantos
de viejas cadencias
que los niños cantan
cuando en corro juegan,
y vierten en coro
sus almas, que suenan,
cual vierten sus aguas
las fuentes de piedra:
con monotonías
de risas eternas
que no son alegres,
con lágrimas viejas
que no son amargas
y dicen tristezas,
tristezas de amores
de antiguas leyendas.
En los labios niños,
las canciones llevan
confusa la historia
y clara la pena;
como clara el agua
lleva su conseja
de viejos amores
que nunca se cuentan.
Jugando, a la sombra
de una plaza vieja,
los niños cantaban…
La fuente de piedra
vertía su eterno
cristal de leyenda.
Cantaban los niños
canciones ingenuas,
de un algo que pasa
y que nunca llega:
la historia confusa
y clara la pena.
Seguía su cuento
la fuente serena;
borrada la historia,
contaba la pena.
Antonio Machado
Eterno Machado, uno de mis poetas favoritos, un poeta del pueblo al que el pueblo entiende y yo también. Una poesía clara, directa, sencilla, como me gustan a mí las cosas.
Precioso ese recorrido que has hecho por sus últimos días, días de destierro, de dolor, de ausencia, con el corazón sangrando por lo que dejaba atrás y el cuerpo maltrecho por las penurias de un camino que tuvo que ser muy penoso en pleno invierno y que le dejó herido cuerpo y alma. Y el mejor homenaje, sus poemas:
Soñé que tú me llevabas
Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!…
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra! (A. Machado)
Besos.
Pues sí, Estrella, Machado tiene algo que encanta, su persona, su humanidad, su magisterio, su poética cargada de humanismo y sentimiento. Gracias por tu comentario, sirva de homenaje en su 80 aniversario.
La historia de Machado es el símbolo de la diáspora española, igual que Lorca lo es de las víctimas de la represión.
La tumba de Machado en el cementerio de Colliure es además un aviso de lo que ocurre cuando lo peor que tiene un país toma sus riendas. (Algo así está sucediendo ahora en la Política.)
Pero ante todo, Antonio Machado es su obra poética. Se trata de un modelo literario que nos enseña que el mejor modo de ser profundos es ser comprensibles, como opinas y como pienso, y que sin duda la palabra que mejor define su obra es «emoción».
La importancia de la poesía de Antonio Machado en la lírica contemporánea es máxima.
El proceso rehumanizador de la poesía de la Generación del 27, a partir de la Guerra Civil, tiene en Machado su referente, por no hablar de su excelso magisterio en todas las generaciones posteriores.
Gracias por tu aportación, Estrella.
Un abrazo
Dejo aquí uno de sus últimos poemas.
RECUERDA LAS TIERRAS DE SORIA,
en 1938. En Valencia.
Poco antes de salir para Barcelona.
“¡Ya su perfil zancudo en el regato,
en el azul el vuelo de ballesta,
o, sobre el ancho nido de ginesta,
en torre, torre y torre, el garabato
de la cigüeña… En la memoria mía
tu recuerdo a traición ha florecido;
y hoy comienza tu campo empedernido
el sueño verde de la tierra fría,
Soria pura, entre montes de violeta.
Di, tú, avión marcial, si el alto Duero
a donde vas recuerda a su poeta,
al revivir su rojo Romancero;
¿o es, otra vez, Caín, sobre el planeta,
ajó tus alas, moscardón guerrero?”
(1938,Roquefort, Valencia)